viernes, 16 de septiembre de 2005

Una cervezuni


Hoy al salir del trabajo, después de un duro día y una dura semana (y lo que me espera la que viene), he ido a una terracita y me he tomado una cervecita bien fresquita, y unos quicos, mientras charlaba con mi amiga Ruth, que ha tenido a bien acompañarme.

Y en estas que me ha dao por pensar lo injusto que es que para financiar la sanidad siempre suban los impuestos del alcohol y del tabaco. Lo de los fumadores lo puedo llegar a entender, porque es pura adicción, y a medio-largo plazo acabaran acudiendo a la Seguridad Social, con los pulmones negros como el hollín. Pero, ¿por que el alcohol? ¿Es que un trabajador no puede tomarse una copita tranquilamente al salir de su dura jornada laboral? Ya no nos dejan ni ese pequeño resquicio al que asirnos, para lograr un mínimo atisbo de felicidad, para evadirnos aunque fuera mínimamente de la rutina casa-trabajo-casa.
Ya lo dijo el otro día un chaval en la peluquería, cuando fui a cortarme el pelo: "Estoy harto de Barcelona. Es trabajo, trabajo y trabajo. Sólo trabajo". Cuánta razón guardaban sus palabras.

¿Por que esa necesidad de exprimirnos cuál limones para arroz? Estamos a viernes y ya tengo la sensación de que cuando abra las ojos sonará el despertador que me anunciará que es Lunes 19 de septiembre, 7:15 AM

Tristeza, desasosiego, ¡terribles sensaciones me acechan! Me voy a ver a España. A ver si estos sí, los de basket, me dan una pequeña alegría.